Las tensiones entre Países Bajos y China reavivan el temor a una nueva interrupción en la producción de vehículos. Fabricantes, distribuidores y talleres ya se preparan ante posibles retrasos.
La automoción europea vuelve a mirar con cierta inquietud hacia el este, y es que después de años intentando recuperar el equilibrio tras la pandemia, un nuevo frente se abre en el horizonte: los semiconductores vuelven a estar en el punto de mira.
Desde la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles (ACEA) ya han expresado su preocupación. El motivo es el riesgo real de una nueva interrupción en la fabricación de vehículos en Europa. El desencadenante, esta vez, no es sanitario ni logístico, sino geopolítico.
Cómo empezó el nuevo pulso por los chips
Todo comenzó a finales de septiembre, cuando el Gobierno neerlandés tomó el control de Nexperia, una empresa clave en la fabricación de semiconductores, alegando “motivos de seguridad nacional”. China no tardó en responder imponiendo restricciones a las exportaciones de la compañía, lo que afectó directamente al suministro de chips esenciales para la industria del automóvil.
El conflicto tiene además una dimensión internacional. Aunque Nexperia tiene su sede principal en Nimega (Países Bajos), pertenece a la empresa china Wingtech, incluida a finales de 2024 en la lista de entidades restringidas de Estados Unidos. Una mezcla que amenaza con tensar, una vez más, las líneas de producción europeas.
Los primeros retrasos ya llegan a las fábricas
Por ahora, no estamos ante una nueva crisis de semiconductores como la de 2020, pero el riesgo de nuevos cuellos de botella está sobre la mesa. Si muchos fabricantes buscan alternativas al mismo tiempo, los precios subirán y los plazos se alargarán.
Algunos signos ya se dejan sentir: BMW, Volkswagen o Renault han reconocido retrasos puntuales en su producción. Y eso, en un sector donde la precisión y el tiempo lo son todo, vuelve a encender las alarmas.
Europa busca alternativas para reducir su dependencia
Pese a los esfuerzos de la Unión Europea por impulsar una producción propia de semiconductores, la realidad es que Europa sigue dependiendo del mercado asiático. Una dependencia que la deja expuesta a conflictos y decisiones tomadas a miles de kilómetros de distancia.
Los fabricantes ya mueven ficha. Algunos buscan proveedores fuera del mercado asiático, otros ajustan sus líneas de producción para aceptar chips de diferentes fabricantes. También hay quien refuerza la gestión de stock de componentes críticos para ganar margen de reacción.
En el taller también se nota
Aunque pueda parecer un problema lejano, las consecuencias de una crisis de chips acaban llegando a toda la cadena, desde el fabricante hasta el taller. Una simple pieza electrónica sin servir puede retrasar la entrega de un vehículo nuevo o la reparación de uno ya en el taller.
Por eso, concesionarios y talleres deben anticiparse, revisar su planificación y mantener informados a los clientes ante posibles demoras. En momentos así, la transparencia y la comunicación marcan la diferencia.
Un déjà vu que nadie quiere revivir
El sector recuerda bien lo que supuso la escasez de semiconductores durante la pandemia: líneas de montaje paradas, plazos eternos y clientes esperando meses por su coche nuevo. Ahora, aunque el contexto sea distinto, la sensación es parecida. Las piezas vuelven a depender de decisiones políticas, y el equilibrio entre oferta y demanda pende de un hilo.
Por eso, más que nunca, fabricantes, distribuidores y talleres tendrán que remar juntos para que esta sombra de una nueva crisis de semiconductores no se convierta en real. Porque si algo ha aprendido la automoción europea en los últimos años, es que en esta industria, cualquier chispa en la cadena de suministro puede acabar afectando a todos.



